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APAGÓN

Foto del escritor: Rocío E. CorcueraRocío E. Corcuera

Actualizado: 8 may 2020

El dibujo como relato, proceso, juego simbólico


Mi primo Guío llegó de visita y como solía yo hacer con los niños que visitaban a mi familia, lo invité a mi taller “Pincelito” mientras nuestros padres conversaban. Él se entusiamó con los materiales y empezó a dibujar. Yo estaba cerca pero no a su lado y me percataba que él dibujaba y hablaba consigo mismo con una gran facilitad para narrar con imágenes, evidenciando que el dibujo constituye un equivalente del relato (Widlöcher, 1971) aún sin contar con un interlocutor explícito.

Yo estaba gratamente sorprendida, pues no conocía esa faceta de mi primo de 6 años y ya estaba pensando en preguntarle si me regalaría su dibujo para mi colección. De pronto, luego de mencionar (y dibujar) lo que estaba viendo en televisión con su familia, abrió la témpera negra, cogió rápidamente un pincel grueso y dijo “y hubo un apagón”, dando pinceladas rápidas sobre todo su dibujo. En un dos por tres, se cerró el telón y todo era negro.

Yo estuve a punto de detenerlo como profesora desesperada que no quiere que el niño malogre su producto, pero no lo hice. Guío, cual si no pasara nada, siguió narrando lo que sucedió después del apagón. Esto fue a mediados de los años ochenta cuando quedarse “sin luz” era parte de la vida cotidiana de cualquier familia limeña.

Con la experiencia del “apagón” aprendí mucho sobre la importancia del proceso en el dibujo de los niños. El no “malogró” su dibujo, él revivió la experiencia y, quizás le quitó la carga de frustración que tuvo en la realidad. Por el contrario, no sintió ninguna frustración al ver su “trabajo” cubierto. Era la expresión clara del apagón. La gente estaba allí, en la oscuridad. Sin embargo, los adultos, desde otra perspectiva que se centra en el producto o en la belleza formal de los objetos, generalmente esperamos valorar “lo que queda al final”. Antes, inclusive, se ponía “nota” o “caritas felices o tristes” a los dibujos. ¡Qué le hubiesen puesto a mi primo si esto hubiese pasado en su jardín hace unas décadas”. Sé que desde la psicologìa surgen muchas interpretaciones cuando los niños terminan “destruyendo” sus elaboraciones, pero no podemos generalizar.

Martínez (2004:72) nos dice que “el dibujo permite no solo codificar y significar, sino ejercer, a través de los equivalentes gráficos, un poder mágico indirecto sobre lo real”, e inclusive “ofrece al niño la oportunidad de resolver varios conflictos casi simultáneamente” pues “opera sobre una dimensiòn de la realidad, que, no siendo lo real mismo, puede ser vivido como tal y satisfacer un deseo oculto, incluso a la conciencia propia”. Cuantos niños y niñas -en todo el mundo- estarán en esta época dibujando su cuarentena como un modo de liberación o haciendo posible sus juegos al aire libre, sus encuentros con amiguitos, o las rutinas de su lonchera en el jardín (como mi amigo V. Katsumi), a través del dibujo o cualquier otro juego simbólico.



El “Apagón” no lo tengo (y no verían nada), pero los dejo con un "relato" de Lorella que nos permite intuir la riqueza de su imaginario. Seguramente, si fuéramos sus padres o maestros, nos daría pena que termine como el Apagón pero, de ser su intención, lo tendríamos que haber "permitido". Aquí también, V. Katsumi yendo a su IEI. Ojalá, muchos niños y niñas tengan a la mano materiales y oportunidades para recrear su mundo, sobre todo en las actuales circunstancias.




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1 comentario


Luensaro
Luensaro
12 jul 2020

Recuerdo ese momento , jajajaja

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